Reportaje: La rehabilitación de las drogas
- Isabella Carvajal
- 20 ago 2019
- 23 Min. de lectura

— Hola.
— ¿Con quién hablo?
— Con tu hijo, con Oswaldo —le dijo, aunque estaba seguro de que ella ya sabía con quién estaba hablando.
— No, yo no tengo hijos que se llamen así. Yo tuve un hijo que se llamaba así, pero ya no lo tengo — respondió ella y colgó.
La noche anterior Oswaldo había soñado con el suicidio; y se había levantado con toda la intención de hacerlo. En ese momento, entre el miedo y las ganas, estaba parado en un teléfono público a orillas de una autopista principal, esperando ser rescatado por su madre del deseo de tirársele al primer carro que le diera oportunidad.
Oswaldo Arango probó las drogas por primera vez cuando apenas tenía 14 años. Hasta cierto momento, había logrado mantenerse estable familiar y laboralmente aun abusando de las sustancias psicoactivas cada fin de semana. Oswaldo, ahora, descarga sobre su infancia el origen de sus conductas desadaptativas.
Él nació en un pueblo de Quindío, pero por cuestiones de salud tuvo que ser traído a la ciudad para encontrar la atención necesaria. Entonces Oswaldo creció alejado de sus padres bajo el cuidado de su abuela materna y tres tías solteras. Tras la muerte de uno de sus hijos, la abuela de Oswaldo encontró en él la forma de llenar ese vacío. “Ellas fueron 5 mujeres y un hombre y se murió el hombre, entonces mi abuela suprimió esa falta a través de la sobreprotección hacia mí. Trabajaban 3 tías solteras y todo su trabajo fue orientado hacia mí, yo era un chico que vivía con muchas comodidades en ese momento, mientras mi papá y mi mamá luchaban por sacar adelante a su familia”.
Aunque por la violencia política de la época, tiempo después sus padres tuvieron que salir del pueblo y ubicarse muy cerca a Oswaldo, él siguió viviendo con su abuela, pues su madre consideraba que él debía seguir acompañándola para aliviar el dolor por la pérdida de su hijo. En ese entorno, Oswaldo se acostumbró a una vida llena de privilegios para la época: él podía comer carne todos los días, iba al cine, iba a la plaza de toros con sus tías, era el rey de la casa.
Sin embargo, ese estilo de vida solo duró 12 años. La abuela de Oswaldo murió y sus 3 tías se desligaron de cualquier responsabilidad, o al menos de cualquier responsabilidad con el niño berrinchudo y malcriado en el que se convirtió Oswaldo. Entonces a sus 12 años, Oswaldo se fue a vivir con sus padres a un barrio de Copacabana, donde su papá había aplicado a un proyecto del crédito territorial. Para entonces, sus padres tenían ya 7 hijos más con los que él apenas había compartido escasos momentos, y quienes no tenían la misma facilidad económica a la que él estaba acostumbrado. En ese lugar se comía arroz con huevo todos los días y de vez en cuando, carne.
“Yo empecé a salirme de las manos a los 12 y 13 años. Mi primer contacto con las drogas fue a los 14 años. ¿Por qué lo hice? Pasaron varias cosas, primero la presión del grupo de iguales. Los que ya estaban contaminados eran mis nuevos amigos, hacían lo que les daba la gana, y como yo venía de una vida fácil empecé a hacer cosas que yo consideraba fáciles, como divertirme, como hacer lo que me daba la gana, como no hacer caso”, menciona Oswaldo.
Según un informe publicado en el 2018 por la Oficina de la Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), unos 275 millones de personas en todo el mundo, es decir, aproximadamente el 5,6% de la población mundial de edades comprendidas entre los 15 y los 64 años, consumió́ drogas en al menos una ocasión en el 2016, y aproximadamente 31 millones de personas que consumen drogas en el mundo, padecen de trastornos derivados a su uso. La Organización Mundial de la Salud también estableció que 450.000 personas fallecieron por el abuso de las drogas en el 2015. Según ese informe, para el 2016 se alcanzó el nivel más alto de producción de droga en la historia, lo que indica también un alto nivel en el consumo a nivel mundial.
De acuerdo con un texto de Emilio Fernández Espejo sobre las bases neurológicas de la drogadicción, las drogas son toda sustancia, natural o sintética, que genera adicción, es decir, “la necesidad imperiosa o compulsiva de volver a consumirla para experimentar la recompensa que produce, que es sensación de placer, euforia, alivio de la tensión, etc. Por tanto, las drogas inducen adicción y refuerzan la conducta asociada a su uso”. El grado de dependencia a una droga varía de acuerdo con el tipo de sustancia, así, la sustancia que genera un mayor nivel de dependencia es el opio y sus derivados, en los que se incluye la heroína y la morfina. En segundo lugar, se encuentran los barbitúricos (depresores del sistema nervioso) y el alcohol. Luego encontramos los psicoestimulantes (cocaína, anfetamina), el éxtasis y PCP. Y por último, las drogas con menos grado de dependencia son el cannabis y sus derivados, la mezcalina, el LSD y la nicotina.
El primer estado de consumo al que se enfrenta una persona adicta es el “estado de consumo agudo”, en el cual la persona tiene los primeros contactos con la droga, a través de los cuales aprende sobre sus efectos placenteros y se da la tendencia al consumo. Juan Pablo Castañeda Ortiz, un joven de 22 años, pasó por esta etapa a los 9 años con el cigarrillo, a los 11 con la marihuana y a los 16 con el perico.
Juan Pablo creció con su hermano, su mamá y su papá. Sus padres, ambos, eran fumadores constantes de cigarrillo, lo cual indujo a Juan Pablo a probarlo también a muy temprana edad. Después de ese inicio prematuro en el vicio del cigarrillo, solo pasaron dos años para que Juan Pablo probara por primera vez la marihuana. Lo hizo cuando estaba en el colegio y a partir de ahí comenzó a consumirla solo eventualmente, cuando estaba con amigos o en fiestas y sumándole también el alcohol. A los 16 años Juan Pablo empezó a trabajar como dj en una productora de minitecas y eventos de Copacabana. Fue precisamente en un evento cuando probó por primera vez la cocaína o el perico.
— Era un evento de tres días, de esos en los que si no es apunta de drogas, nadie resiste. Mientras hacía de dj una nena se me acercó y me ofreció, me dijo que lo probara que eso me quitaba el cansancio. Yo era tan inocente que cogí una cucharada y me la metí en la boca— afirma Juan Pablo
Después de probarla empezó a sentir el efecto, ciertamente le quitó el cansancio, y lo que más le gustó fue que al mirarse al espejo notó que no tenía muestras del consumo. A partir de ahí se le volvió una costumbre consumir cocaína, pero sólo en eventos, hasta que en una ocasión le sobró, se la llevó para su casa y a partir de ahí se despertaron sus ansias.
De acuerdo con Emilio Fernández Espejo, el consumo de estimulantes como la cocaína, genera la activación de diversos centros nerviosos como las vías mesolímbica y mesocortical. La activación de la vía mesolímbica dopaminérgica durante el consumo agudo induce el incremento de liberación de dopamina, importante en el proceso de dependencia y adicción; y a su vez genera un alza en los niveles de AMPc en el núcleo accumbens y la amígdala extendida, estas áreas se relacionan con la recompensa y el aprendizaje para el consumo.
El segundo estado de consumo es el “estado de consumo crónico”, en el que se genera una neuroadaptación, es decir, un estado en el que el organismo es capaz de mantener un equilibrio interno a pesar del consumo constante de sustancias psicoactivas: “hay una disminución del número de receptores celulares que responden a la droga en las neuronas de la vía mesolímbica y no hay aumento del AMPc en centros neuronales”. Sin embargo, se generan cambios intracelularmente que originan la dependencia crónica al consumo.
En el tercer estado se comienza a presentar una sintomatología con el cese del consumo de las sustancias, este es el estado de “abstinencia aguda”; y los síntomas dependen del tipo de droga y su nivel de dependencia. Se pueden presentar sintomatología somática o emocional. En el caso de los opiáceos se puede presentar depresión, temblor, sudoración, diarrea, hipertensión, etc. El alcohol puede producir cuadros delirantes, trastornos de sueño, de apetito, cambios de peso, depresión. En el caso de la cocaína se producen síntomas más leves.
Juan Pablo empezó a consumir 3 gramos diarios de cocaína y continuaba con el vicio del cigarrillo. A parte de esto consumía otras drogas como popper, LSD, tusi y licor eventualmente. Con una adicción desarrollada por la cocaína, Juan Pablo solía quedar debiendo dinero de drogas a los jíbaros, en muchas ocasiones por influencia de sus amigos, o en otras por su propia iniciativa y necesidad. En una de esas, Juan Pablo no consiguió el dinero para pagarle al jíbaro, el cual no tuvo la paciencia de esperar a que le entregaran el dinero a Juan, sino que lo abordó y lo amenazó con un revólver.
— Tranquilo que yo te voy a pagar — le decía Juan Pablo.
— Como sea me pagás, pero tenés hasta mañana.
En el desespero de temer por su vida, Juan Pablo le robó a su hermano un computador portátil. Sus papás sospecharon de él cuando se enteraron de la pérdida del computador, lo enfrentaron y él les confesó todo.
Oswaldo nunca tuvo que robar. A pesar del consumo, hasta cierto punto de su vida él continuó siendo funcional, primero académica y después laboralmente. El consumo inició con marihuana y con alcohol; después probó la cocaína y el bazuco y terminó abusando de ellas. Sin embargo, Oswaldo siempre conservó el hábito de trabajar. A los 14 años ayudaba en un taller de cerrajería, después fue mesero y luego una de sus hermanas le enseñó un ejercicio en la empresa donde ella trabajaba; se llamaba Cementos Río Claro, donde él empezó a trabajar en el departamento de sistemas como digitador. De lunes a jueves Oswaldo no consumía, pero cuando llegaba el viernes comenzaba con la ingesta de licor y desde ahí se sumergía en las drogas y se perdía en ese mundo hasta volver a la realidad el lunes. Generalmente se iba para fincas o moteles con amigos a consumir: "Llegamos hasta a comprar ropa el domingo para bañarnos e ir a trabajar el lunes sin ir a la casa. Salir con una ropa el viernes y volver el lunes con otra diferente".
Oswaldo había mantenido una relación durante 3 años con una mujer con la que un día decidió casarse. Todo estaba listo para compartir su vida con quien lo aceptó a pesar de conocer su lado oscuro, a pesar de no verlo los fines de semana: hicieron concilio prematrimonial, habían comprado argollas, pagaron el primer mes de arriendo, los amigos de ella le habían regalado ya el primer mercado, tenían con qué irse de luna de miel a Coveñas, pero un día llegó una niña nueva al barrio en el que vivía Oswaldo, y al verla él sintió algo que aún hoy, cuando lleva 30 años casado con esa niña, no puede describir. Tal vez fue obra divina, o tal vez simplemente fue el miedo por casarse y Oswaldo vio en ella el camino de escape, pero desde que conoció a esa niña él ya no quería verse con su novia.
— Estás incómodo, estás raro — le dijo ella. Efectivamente él lo estaba. No quería estar ahí, sus pensamientos estaban con otra mujer.
— Sabes qué — le respondió acudiendo a los principios que su familia le enseñó — estoy incómodo, pero no es por ti, es porque llevo 20 días viendo a una niña que me tiene loco.
Y eso fue como una puñalada al alma de una persona que lo había acompañado durante 3 años.
— Si de algo sirve pedirte perdón — continuó Oswaldo — pues te lo voy a pedir. Pero yo no quiero estar más aquí. No soy capaz de seguir aquí, drogándome los findes de semana, perdiéndome, y fuera de eso, los días que quedan para estar contigo, para proyectar nuestro matrimonio, yo esté pensando en otra persona.
Oswaldo se quedaba esperando a que Ángela, la niña nueva del barrio, saliera de su casa solo para saludarla desde lejos. Hasta que un 29 de diciembre se atrevió, se acercó y la saludó. "A mí me encantó de entrada, su desparpajo, su forma de hablar, su alegría dentro de todo su dolor, el hablarme de su historia de lo que le había pasado, el yo haberle podido hablar de las drogas”. Un año atrás, el novio de Ángela se había suicidado. Ella pasaba días, semanas, visitando el cementerio, esa fue una de las razones por las que llegó a vivir al barrio de Oswaldo, sus padres querían alejarla del dolor.
Oswaldo y Ángela empezaron a generar un gran vínculo; sin embargo, los primeros meses fueron difíciles. La exnovia de Oswaldo constantemente visitaba su casa, pues a pesar de haber terminado la relación, ella mantuvo un contacto muy cercano con los familiares de Oswaldo quienes le tenían cariño. Ellos intentaron regresar, pero Oswaldo no era capaz.
El noviazgo con Ángela duró tres años, tres años en los que hubo límites y dificultades por culpa de la drogadicción de Oswaldo. A pesar de eso, él le propuso casarse con la promesa de que él era capaz de cambiar, ella le creyó y un 17 de septiembre de 1988 — día del amor y la amistad — contrajeron matrimonio. Oswaldo asegura que, a su lado, Ángela vivió los 9 meses más oscuros de su vida.
Los drogadictos se convierten en personas excluidas de la sociedad, viendo la exclusión social como “el debilitamiento de los vínculos entre los individuos consumidores y la sociedad”, en la cual se encuentran la familia, la escuela, el trabajo, la política, etc. Esta exclusión se fundamenta en el concepto de “normalidad”, lo que se considera aceptado — y además requerido — para subsistir como sociedad; y todo lo que esté fuera de esta “normalidad” debe ser excluido.
La drogadicción es considerada como un elemento de desviación, al adicto se le considera inferior, no es aconsejable para el que no consume ni tampoco para los que están en proceso de dejar el consumo. La adicción se convierte en una amenaza para el ejercicio de control que intenta mantener la “normalidad” dentro de la sociedad. Generalmente los drogadictos desarrollan cambios en su conducta y se desadaptan de su entorno.
En Juan Pablo fueron varios los factores que incidieron para que sus padres se dieran cuenta de sus adicciones, entre ellos, el cambio en su forma de ser y de actuar.
-Mis papás se dieron cuenta cuando yo tenía 18 o 19 años- afirma Juan Pablo- yo siempre fui muy tierno, pero llegó un momento en el que empecé a cambiar de actitud, a pelear mucho, a golpear a mi hermano, entonces se despertaron las sospechas.
Después del robo, su mamá también le empezó a encontrar los papeles de la cocaína en los bolsillos de los pantalones, por lo que, en compañía de su papá, le ofrecieron ayuda: o cambiaba o se iba para la calle. Con esas condiciones, Juan Pablo prefirió la ayuda.
Le prohibieron salir a fiestas, le pidieron que dejara el cigarrillo y lo sometieron constantemente a pruebas toxicológicas para comprobar si era verdadero el cese del consumo. Durante un tiempo también le prohibieron volver a trabajar como dj.
Por algunas semanas Juan Pablo cumplió con su compromiso, pero más por obligación que por voluntad, es por esto por lo que rápidamente recayó. Un amigo le comentó que si consumía y después se tomaba una bolsa de leche, cuando le hicieran las pruebas toxicológicas nadie se iba a dar cuenta del consumo. Juan Pablo con ganas de volver a sus vicios, lo intentó, y efectivamente cuando le hicieron la prueba no hubo muestra de la ingesta de drogas. Y así lo hizo hasta que sus papás dejaron de considerar necesarios estos exámenes; creyeron en su recuperación.
Semanas después, Juan Pablo inició un nuevo proyecto como dj, pero ahora con su propio sonido. Y en un evento se vio involucrado en una pelea, esta vez porque no le querían pagar, y Juan Pablo, bajo el efecto de varias sustancias psicoactivas, le dañó el carro a su cliente, el cual lo demandó. Después de esto la mamá de Juan Pablo habló con su familia y les comentó su preocupación por la situación; “Yo no voy a tener un ladrón y drogadicto en mi casa”: decía. Entonces se sentó con Juan Pablo y le puso la opción del centro de rehabilitación; y más que por elección, Juan Pablo ingresó al centro por obligación. Nuevamente las opciones eran o la recuperación o la calle.
El centro de rehabilitación se llama Cardynal, la sede uno queda por La Tablaza y la sede número dos, más allá del Sena de Caldas. El tratamiento que ofrece Cardynal es para personas con cualquier tipo de adicción y conductas desadaptativas, es un tratamiento que tiene una duración de 12 a 18 meses interno dependiendo de la patología del paciente. Luego pasan a un seguimiento externo que tiene una duración de 6 meses. En ambas partes (interno/externo) se le brinda acompañamiento al grupo familiar.
El enfoque del tratamiento es cognitivo conductual. Son Intervenidos por psiquiatría, psicología, medicina general, nutricionista y trabajo social. Durante el tratamiento los pacientes deben cumplir con unos objetivos de acuerdo a la etapa en la que se encuentran y de acuerdo a la misma son las exigencias. Realizan terapia de grupo que es una herramienta de trabajo que se extrae de la autobiografía del paciente (problemáticas que se identifican). También tienen salidas de resocialización que se ganan de acuerdo a su conducta y el tiempo de salida depende de la etapa en la que se encuentren. Durante el diario vivir se realizan actividades deportivas, asistencia a psicología, talleres. Las familias realizan visitas cada 8 días esto también depende de la conducta del paciente.
En Cardynal los pacientes son sólo hombres que oscilan entre los 15 y 55 años.
Juan Pablo, aunque ingresó al lugar por presión de su familia, logró terminar su rehabilitación después de 17 meses en el centro.
La rehabilitación llegó para Osvaldo cuando sintió que tocó fondo. Después de 9 meses viviendo juntos, 9 meses en los que Osvaldo consumía como siempre todos los fines de semana, su esposa se fue.
— Siempre soñé compartir muchas cosas dulces contigo en mi proyecto de vida, pero lo único que recibo de tu enfermedad y de tu trato es dolor, frustración, rabia, y no quiero, sigue solo tu camino— le dijo y lo dejó enfrentándose a su más grande miedo: la soledad.
Osvaldo pasó seis días solo en su apartamento. Hasta que llegó el fin de semana y se perdió, otra vez. Pero esta vez no fue solo el fin de semana, sino que dejó de ir a trabajar y se perdió hasta el miércoles.
Sentado en una cabaña, acompañado de amigos y amigas —adictos todos—, Osvaldo estaba alistando un bazuco mientras veía el Noticiero Nacional. De pronto se vio a sí mismo en la pantalla, vio a su hermano, vio al presidente de la empresa donde trabajaba, la vio a ella. Lo estaban buscando. Llevaba 5 días desaparecido y había despertado la preocupación de sus más cercanos. En silencio Oswaldo apagó el bazuco y salió del lugar. Llegó a su casa y con el cansancio encima de 5 días sin dormir, 5 días de consumo, comiendo poco y tomando mucho líquido, se durmió.
Esa noche Osvaldo tuvo muchos sueños, soñó suicidándose y se despertó queriendo hacerlo. La culpa lo agobiaba, y según él, la culpa mata más adictos que la misma droga.
— Hola — intentó una segunda vez — soy tu hijo. De nuevo su mamá aseguró no saber con quién hablaba. Aunque él sabía que no era así. Lo que él no sabía era que su mamá había estado en unos procesos de formación con los terciarios capuchinos, y su respuesta era parte del aprendizaje: enfrentarlo a su realidad hasta que se doble y pida la ayuda real.
En medio de la cobardía, Osvaldo volvió a llamar.
— Ah sí, recuerdo. Tú eres Osvaldo.
— Sí mamá, ayúdame.
— Venga ya para la casa — le dijo ella
— No pero no me he bañado.
— Venga ya para la casa, se viene así como está.
Osvaldo le hizo caso a su mamá. Cuando llegó se encontró con una pedagoga que tenía a un hermano en una institución.
— Hola Osvaldo, cómo estás — le dijo y le dio un beso en la mejilla. Ella lo conocía porque había estudiado con él en la escuela. Osvaldo se sintió acogido y en ese momento entendió el gesto de su mamá, le estaba buscando ayuda.
—¿Qué quieres hacer? — insistió ella— ¿quieres consumir más? Te puedes ir a hacerlo, pero que tu familia no me llame más. ¿Quieres resolver el problema o por lo menos intentarlo y que te acompañe?
— Sí — respondió simplemente Osvaldo.
— Súbete al carro.
— No pero no me he bañado.
— Súbete al carro.
Osvaldo se subió al carro y en ese momento empezó su rehabilitación en un centro que se llamaba Revive. Su proceso duró 19 meses y siete años después llegó a ser director del centro.
“Yo estuve 19 meses, hoy los tratamientos son un poco más cortos algunos porque es que el chico de hoy es más corto emocionalmente, o sea es más débil emocionalmente para enfrentar ese reto, uno le dice a un chico que va a tener un tratamiento de 18 meses, y dice no, no me vas a encerrar, mi computador, mi casa… pero sigue consumiendo”.
En el Hospital Carisma, por ejemplo, el proceso de hospitalización dura 30 días. Carisma es un hospital del orden departamental. Allí se hace todo el manejo terapéutico de pacientes con algún tipo de adicción, química o no química, que requieran según el criterio del médico, hospitalizarse. Entonces el paciente que tenga algún tipo de farmacodependencia, que es lo más común, pide una cita con su médico general, su médico general determina si el paciente puede beneficiarse de ingresar a un programa de manejo de adicciones, lo remite a psiquiatría y el psiquiatra determina si es candidato a hospitalización, debe ser voluntario y debe cumplir con ciertas condiciones: debe tener una buena red de apoyo, porque el proceso dura aproximadamente un mes y el paciente tiene visitas. Entonces el paciente sale de la consulta, tramita las autorizaciones de la hospitalización, se hospitaliza en Carisma y de nuevo tiene una cita de ingreso con otro psiquiatra, que vuelve y evalúa el caso, mira que no hayan cambiado las condiciones desde la primera cita hasta esta: que el paciente aún manifieste sus intenciones de quedarse hospitalizado, que la familia aún manifieste su intención de apoyarlo y ya el paciente se hospitaliza.
El paciente permanece un mes hospitalizado totalmente, es decir que duerme y se alimenta en Carisma. Durante esos días recibe ciertas intervenciones; algunas médicas: psiquiatra, toxicólogo, médico especialista en farmacodependencia, y el resto de las atenciones son por el equipo psicosocial, entonces los intervienen por psicología, por trabajo social y por terapia ocupacional. Enfermería tiene un papel fundamental en el tratamiento y hace muchas actividades educativas con los pacientes, donde se busca reforzar esos factores o fortalezas que el paciente tiene internas para no consumir y ayudarles a reconocer los factores de riesgo ante el consumo. Después de esos 30 días, el paciente pasa a una fase que se llama hospital día, en el cual está 20 días hábiles, es decir, de lunes a viernes. Carisma los recoge en el centro de la ciudad y los lleva a Carisma, y a las 4:30 lo vuelve y lo lleva al centro. El paciente durante esos 20 días recibe muchas intervenciones de tipo psicosocial, psicología y trabajo social, hay algunas médicas, aunque ya no con tanta intensidad, porque la idea es ayudarlo a reinsertarse a una sociedad. El paciente termina hospital día y sigue en la fase de seguimiento, que es que acude a la sede ambulatoria, la cual está ubicada en Calasanz, a algunas consultas con los especialistas o con trabajo social y psicología con el objetivo de mantener y fortalecer esas habilidades que ganó durante la hospitalización. La última fase es la ambulatoria, en la cual las citas son más espaciadas, un paciente que cumpla con todos sus compromisos pasa entre dos y tres años en esas citas y tras finalizar, su vida queda reestablecida, con el riesgo siempre de volver a consumir, pero cuentan con grupos terapéuticos que siempre están abiertos.
En Carisma atienden pacientes desde los 14 años en adelante, hombres y mujeres; pero en sus instalaciones se encuentran separados. Actualmente tienen entre 80 y 90 personas hospitalizadas, de las cuales solo el 15% son mujeres. La mayoría de las personas que están hospitalizadas son policonsumidores, es decir que utilizan varias sustancias. Las que más se ven son cocaína, marihuana, heroína, alcohol y el cigarrillo como común denominador en todas.
El modelo de atención de Carisma es hospitalario, con intervenciones medicinales, psicológicas, emocionales, etc. A diferencia del modelo de terapia “ortodoxo” en el que se rehabilitó Osvaldo, fundamentado en la terapia de choque; los modelos de su época no apoyaban el modelo clínico actual, sino que estaba basado en la confrontación, el señalamiento y los juicios.
Cierta vez, durante su rehabilitación, Osvaldo estaba con sus compañeros en terapia ocupacional en una huerta. Todos estaban muy cansados por lo que les dieron un receso que debía ser lectura en la biblioteca. Osvaldo se sentó en una silla quedando de espaldas a la puerta principal, cogió un libro y se durmió.
—¡Osvaldo, qué haces! —le gritó el terapeuta.
—Leyendo— Osvaldo pensó que, como estaba de espaldas a la puerta, él no lo había visto.
—¡Círculo! — gritó el terapeuta y todos los compañeros rodearon a Osvaldo—¿Qué hacías en la biblioteca? — le preguntó a Osvaldo de nuevo, pues antes de llamarle la atención él ya se había dado cuenta de que estaba dormido.
—Estaba leyendo. ¿Ustedes no nos pusieron pues a leer hermano? — respondió
—No se dice hermano, se dice señor, respete señor.
—Acepto señor.
—¿Qué estabas haciendo?
—Leyendo.
—¡¿Qué estabas haciendo?!— gritó esta vez el terapeuta.
Existen argumentos teóricos de que el grito funciona como herramienta terapéutica en ciertos escenarios específicos.
— Mentiroso, por eso te has hecho adicto. Porque no sos capaz de sostenerte en la verdad. Estabas cansado y te dormiste, esa era la respuesta. Que imagen querés mostrar, yo no te necesito para mi vida, necesito que construyas la tuya, con base en principios y en la verdad. Y tenés un ayuda, no tenés visita en 15 días, y me vas a escribir un tratado sobre la verdad, y desde donde viene tu argumentación para mentir.
Osvaldo escribió el tratado y encontró en sí mismo que desde que murió su abuela, mintió y manipuló para tener las facilidades que solía tener.
Hay un cuarto estado en el proceso de adicción a una sustancia psicoactiva y es el “estado de abstinencia a largo plazo”, esta aparece cuando un individuo supera la fase aguda de abstinencia y abandona el consumo a largo plazo. En este estado la persona se encuentra ante dos posibles escenarios: puede superar completamente su adicción con el acompañamiento médico y psicoterapéutico adecuado, o puede recaer en el consumo de las drogas. La recaída se da porque aparecen dos fenómenos importantes que son el “ansia de droga” y la “abstinencia condicionada”. Durante el ansia de droga “el sujeto presenta deseos imperiosos de volver a consumir” y con la abstinencia condicionada “aparece sintomatología abstinente, a veces sin razón aparente”.
El cese en el consumo de la droga adictiva induce abstinencia, conjunto de molestias emocionales y físicas que duran unos días, y cuya intensidad depende del tipo de droga. Evitar la abstinencia es también otra causa de búsqueda y recaída en la droga (reforzador negativo).
En Cardynal, el síndrome de abstinencia se maneja con acompañamiento terapéutico y psicológico, descanso en cama y suero. En el caso del alcohol se hospitaliza ya que se pueden generar dificultades cardíacas. Y en el caso puntual de algunos pacientes hay manejo con medicamentos. En Carisma, tienen un toxicólogo que hace sus intervenciones desde el punto de vista de medicamentos para ayudar a disminuir la ansiedad y también desde el punto de vista de terapia conductual. A pacientes con adicción a una droga de un alto nivel de dependencia, como es la heroína, se les administra metadona, un opioide, pero sin todos los efectos nocivos que tiene la heroína. Estos pacientes continúan con la metadona incluso después de terminar la hospitalización, pero con controles muy estrictos de administración y constantes pruebas toxicológicas para verificar el abandono de la heroína. Suspender la heroína abruptamente es muy difícil y genera muy fuertes síntomas por su alto grado de dependencia .
Según Gustavo Alexánder Gonzáles, subdirector científico del Hospital Carisma, nosotros producimos unas sustancias en el organismo que se llaman endorfinas, que son las que cuando nos golpeamos nos disminuyen el dolor. Son unas sustancias que actúan en el cuerpo y son beneficiosas. Los opiáceos entran al cuerpo y la reemplazan, reemplazan el efecto de la endorfina y lo potencian, o sea que se siente euforia, felicidad, tranquilidad, alivia el dolor. Como sucede con la morfina; generan excitación en el sistema nervioso que el cuerpo empieza a necesitar. Entonces cuando las suspenden y el cuerpo no está produciendo esa cantidad de endorfinas, el cuerpo le reclama la droga, y ahí es donde empieza la dependencia. Se empieza con un uso, después con un abuso y después con una dependencia, en la cual, si no se consume la droga, se sube la presión, aparecen taquicardias, diarreas, neurológicamente se descompensan mucho. En este caso la metadona es la que hace el efecto de suspender todos esos efectos secundarios sin provocar la euforia.
Osvaldo, durante su síndrome de abstinencia, empezó a presentar una fuerte ansiedad por la comida. Tanto que una vez, mientras estaba en el comedor se le acercó un terapeuta y le dijo:
—Estás ansioso.
—No, no, no— respondió Osvaldo
—Por qué estas comiendo a esa velocidad, hombre. Cálmate.
—No, no. Cuál velocidad.
El terapeuta le quitó la cuchara y le entregó una de tinto. Y lo obligó a terminar de comer con ella. Esa era su manera de disminuirle la ansiedad. Y Osvaldo lo entendió.
Superar el síndrome de abstinencia y abandonar el consumo de sustancias por completo es solo uno de los elementos necesarios para la reinserción completa de un adicto en la sociedad, después de ser considerado como excluido. Los adictos pierden un vínculo con los diferentes actores de la sociedad (familia, trabajo, amistad, etc.), y parte del proceso de rehabilitación y reinserción radica en recuperarlo.
La reinserción en el tema laboral puede ser muy complicada, sin embargo, en el Hospital Carisma, se les da a los pacientes talleres ocupacionales, cursos con el Sena con el ITM y con Comfenalco para enseñarles algunos oficios. En el caso de los drogadictos dentro del mundo laboral, son protegidos por la ley, ya que la drogadicción está considerada como una enfermedad según la Organización Mundial de la Salud. Por lo tanto, una persona adicta no puede ser despedida de su empleo, sea por la razón que sea, sino que debe ser sometida a tratamiento a través del ARL o de la EPS, y durante el tratamiento el empleador continúa pagándole prima, cesantías y seguridad social. Al terminar el tratamiento, si el adicto no logra rehabilitarse puede ser despedido, pero si sí se rehabilita debe conservar el empleo en su reinserción.
En Medellín, la Alcaldía cuenta con varios programas de reinserción social desde la Secretaría de Inclusión Social y la Secretaría de Salud, como lo son los Centros de Escucha, una estrategia que promueve la escucha activa, la mediación y la capacitación de jóvenes a partir del modelo de inclusión. Esto lo hace para propiciar su inserción en la vida social de forma libre, autónoma y en igualdad de condiciones.
En 2011 se realizó un Estudio Nacional de Consumo de Sustancias psicoactivas en Población Escolar en Colombia, y según este, Medellín presenta mayor prevalencia de vida (personas que han consumido en algún momento de su vida estas sustancias) que el país en el consumo de alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, bazuco, tranquilizantes, estimulantes, heroína, éxtasis y en general cualquier sustancia ilegal. Las edades de inicio del consumo de drogas van desde los 12 hasta los 14 años en promedio.
La Alcaldía de Medellín trata de atacar este problema a través de la Secretaría de Juventud, que tiene el Sistema de Alerta Temprana (SATMED), que se enfoca en la prevención de cinco problemáticas: trabajo infantil, violencias sexuales, explotación sexual y comercial, reclutamiento forzado y embarazo adolescentes, pero también a los factores de riesgo, y uno de los factores de riesgo es el consumo de sustancias.
En el Sistema hacen trabajo territorial con las organizaciones que están unos territorios que son las comunas 1, 2, 6, y 8 y en los corregimientos de San Antonio de Prado y Santa Elena, para identificar qué tanto se presenta el factor de riesgo.
Después de identificarlos construyen un plan de intervención para contrarrestar los factores, pero eso depende del enfoque territorial. Esa construcción es a través de ejercicios formativos, instituciones educativas o con la comunidad; con talleres de prevención del consumo de las sustancias.
Cuando ya es un caso de atención, el sistema tiene una aplicación en la que se ingresa el caso. Cualquier persona lo puede hacer, de forma anónima si quiere. Después de eso derivan el caso a quien corresponde, que es la secretaría de Salud. Ellos hacen toda la ruta para que el médico remita a una institución, por ejemplo, a Carisma.
Para enero y marzo de este año, la Secretaría de Juventud identificó que el consumo de sustancias psicoactivas fue el tercer factor de riesgo que más provocó —con 220 casos— las cinco problemáticas que buscan atacar, después de la violencia intrafamiliar y la negligencia o abandono.
Existen estudios que sugieren que el cerebro del adolescente puede ser más vulnerable a los efectos neurotóxicos de las drogas psicoactivas, "debido a los procesos de neurodesarrollo únicos y críticos que tienen lugar en esta época. Algunos autores, como Yucel y Lubman (2007), sugieren que personas que inician el consumo de drogas a una edad temprana, cuando el cerebro aún no ha madurado, pueden ser más vulnerables a presentar mayores alteraciones neuropsicológicas y neurobiológicas, así como a desarrollar trastornos de la adicción u otros trastornos psicológicos".
El subdirector científico de Carisma afirma que, en su sede ambulatoria, tienen casos de niños de 8 y 9 años que son llevados por bienestar familiar con un consumo de drogas detectado. Y asegura que, aunque la etapa de consumo generalmente es muy temprana, los pacientes no interiorizan que tienen un problema hasta la edad adulta, "bien sea por problemas familiares, legales, delincuenciales. Aunque no todos los drogadictos son delincuentes, gran cantidad de los delincuentes son consumidores de sustancias".
Actualmente, Osvaldo también trabaja en la prevención del uso indebido de sustancias psicoactivas en instituciones educativas. Después de trabajar por mucho tiempo ayudando en el centro en el que se rehabilitó, hasta llegar a ser el director, estudió Desarrollo Familiar en la Luis Amigó, y se especializó en adicciones. Pasó por muchos trabajos apoyando proyectos de formación y rehabilitación. Fue director científico de Cardynal, trabajó con el Inpec en un programa de comunidad terapéutica que existe en 6 prisiones a nivel nacional. Desde el 2008 apoya a la comisaría de familia del municipio de Copacabana y sus procesos de convivencia y prevención.
Osvaldo considera que la rehabilitación y la prevención en esta época es una cuestión más complicada. Para él, su generación nació en el deber hacer y las generaciones actuales nacen en el tener derechos, por lo que se hace más complicada la crianza y la educación. Sin embargo, se siente orgulloso de lo que ha hecho como papá, pues tiene una hija de 25 años. También se siente orgullosos de su proceso y de haberlo hecho no solo por él —aunque principalmente por él— sino también por su familia.
Desde hace 30 años todos los 31 de diciembre, la mamá de Osvaldo hace un brindis con todos los que la acompañen: sus hijos, sus nietos, amigos, yernos. Y dice: gracias a dios por haberme dado un hijo drogadicto.
Hoy Osvaldo puede sentarse con su hija y contarle su historia, sabiendo que desde hace casi 30 años no consume ningún tipo de droga. Ella le pregunta:
— Papá, ¿y era difícil?
— Sí. Era muy difícil vivir en un momento de soledad y de angustia en medio de aguacero o del dolor. La tristeza de no poder saludar a mis hermanos, a mi mamá, a mi esposa, la angustia de qué voy a decir, para mí eso es la adicción, ese es el infierno. Lo orgánico se supera con un buen control de síndrome de abstinencia, pero lo emocional, lo mental, lo social, el señalamiento, el juicio. Eso es una cosa fuerte a la que uno se tiene que enfrentar.
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