Sulay: una sobreviviente, una transformadora
- lazoinfinito
- 21 may 2018
- 5 Min. de lectura

A las 10 de la mañana muy puntual ella espera con ansias las nuevas vidas que estará por conocer e intervenir; turistas de todo tipo que gracias a ella - y eso la llena de orgullo- cambiarán su forma de ver a una comunidad marcada por la violencia y los estigmas sociales. Un colectivo espera en San Javier para llevar a extranjeros, estudiantes y gente del común hacia una experiencia de cambio: presenciar y generar el cambio. El recorrido empieza en la Independencia 1: transformación a través de la infraestructura con las escaleras eléctricas, graffitis, breakdance, hip hop y fútbol. Así lo resume Sulay; es su proyecto, dos horas de contar una historia a través del arte, de mostrar la transformación de la comuna 13. Y quién más que ella para contarla y para buscar, no que se olvide, sino que se supere esa época, y que nadie más tenga que vivir lo que ella y sus contemporáneos vivieron.
Sulay Yesenia Pino Restrepo tiene 21 años, es estudiante de la Universidad de Antioquia, mamá de Jacobo desde los 18 y modelo. Yo la conocí en Factory -una academia de modelaje en el municipio de Bello- así, con sus casi 1,80 de altura, cabello rubio y actitud tímida a pesar de tan despampanante porte. Por mi mente nunca pasó pensar que tuviera un hijo, mucho menos que viviera en la comuna 13 y que hubiera sido víctima de la época más violenta de su sector.
Sus 21 años todos los ha vivido en el barrio 20 de Julio. Como muchos de los niños de ese barrio, y de todos los de la comuna, a medida que crecía se volvía consciente de la violencia, de los límites, se acostumbraba a las balas, a los muertos y aprendía a vivir con eso. Todo lo que vivía se acumulaba en su ser en forma de odio, de ira, de frustración.
En ese escenario la muerte era normal; Sulay recuerda como apenas siendo una niña que se dirigía a la escuela caminaba entre conflictos y cadáveres:
-Íbamos a las 6:00am todos los días mi tío Amado, mi prima Leany que estaba en tercero, mi primo Edwin que ya estaba en quinto y yo en primerito. Bajando los rieles, mi tío elegía siempre ir por la derecha de los otros rieles y después por la calle tercera, porque al lado izquierdo por las escalas siempre estaba el muerto, una vez mi mamá distraída se paró en uno. A veces íbamos a mercar o comprar pollo asado y nos encontrábamos gente llorando al lado del muerto, mi mamá me dejaba ver, era normal.
Momentos así inundan la memoria de Sulay, así creció, esa era su realidad. Ahora ella lo cuenta, ese es el fruto de su indignación.
-Debíamos saludar, ser amables siempre con todos para no tener problemas con nadie. Lo inevitable era pasar por la “Y”, “La escuelita del 20” Frontera entre Comuna 13 (donde yo vivía) y Comuna 12 (donde quedaba el colegio). Había filas de muertos, hombres en su mayoría. Muchos no tenían uniformes de las AUC, ELN, CAP, Ejército o Policía, eran civiles. Mi prima de personalidad muy espontánea decía “¡Ay pero mirá, ay no, a este se le ven los sesos!” Mi tío refunfuñaba “Ah, ah” y me tapaba los ojos aunque yo no sentía nada al ver los muertos, era el diario vivir, de hecho hoy en día conservo esa fortaleza o esa resistencia, no sé cómo llamarlo.
En otra ocasión, yendo a la casa por el mismo camino, una tanqueta negra estaba detrás de nosotros, corrimos y nos escondimos donde pudimos, por fortuna había la costumbre de entrar a la casa de uno al del barrio que se encontrara en peligro y un carpintero nos prestó refugio a nosotros y otros chicos del colegio que pasaban en ese momento mientras cesaba la balacera. Es ahí donde empieza uno a entenderse como sobreviviente.
Sulay ahora cuenta con tranquilidad esas historias, como ser humano se conmueve y se desahoga, y recuerda el acto que más la ha impactado, el cual para ella resume lo que fueron las operaciones en su comuna: actos indiscriminados que atentaban contra cualquier individuo.
Era una mujer embarazada, faltaban ya pocas semanas para que diera a luz, la emoción de ser mamá invadía a esta mujer, estaba feliz; pero los malos no piensan en el otro, nunca se interesan por lo que hay detrás de una vida. Un día caminando por el barrio le dispararon. Ella murió. El niño sobrevivió. Sobrevivió pero creció sin madre, porque ella, sin ser parte de esa guerra, murió en ella. Pocos eventos conmueven tanto a Sulay como lo hizo este, un día que jura nunca olvidará.
Entre esconderse, cambiar de casa y en momentos presenciar la violencia dentro de sus cuatro paredes maduró Sulay, todo lo que es ahora se lo debe a sus experiencias con el conflicto. Ella conoció a los actores de esa guerra, a quienes injustamente sufrieron las consecuencias y ya no están hoy para contar su historia como si lo está ella. Esa es su principal motivación, el saber que sobrevivió y que esa guerra en lugar de debilitarla y convertirla en un actor más, la fortaleció y le regaló el papel que ahora ha asumido en el mundo: el de ser agente de cambio.
Ella misma es un cambio; poco se parece a muchas de las personas con las que creció. Quienes la ven salir todos los días muy temprano para la universidad, y no cualquiera, sino la mejor de Antioquia y una de las mejores del país, la admiran profundamente. Ella marca la diferencia.
Entre semana estudia, se prepara para ser profesora de Ciencias Sociales, le intriga el comportamiento humano y la emociona el enseñar a otros: de nuevo, cambiar. Pero también saca tiempo para ser el cambio que quiere ver. Todos los días a las 10 de la mañana y con enorme disposición recibe a personas de diferentes partes de la ciudad, del país y del mundo que desean conocer la transformación de su comuna. Esto lo hace gratis, lo hace por amor, lo hace por convicción. El proyecto ha asumido el nombre de “Stairway Storytellers” y su principal misión es mostrar a través de los graffitis una historia de violencia y de recuperación. Los graffitis - como ella misma lo dice - son más que arte, y hay que verlos con ojos críticos; entender lo que cuentan, lo que exigen, y lo que buscan más allá de su estética.
El modelaje lo dejó pasar a un segundo plano. En el 2016 se coronó como Señora Colombia entre muchas otras mamás de todo el país. Ella, la aparentemente insignificante “Señora Área Metropolitana”, le ganó a las representantes de todos los departamentos del país. Después de eso su comuna se ganó el protagonismo en los objetivos de su vida. El modelaje es un hobby, ella posa bonito ante las cámaras y sobresale entre las multitudes.
Su lucha contra la violencia y los estereotipos es con educación, con arte, cultura y ayuda al otro. Ella busca romper fronteras y eliminar los límites. Demostrar que con un graffiti se puede decir mucho más que con un discurso político y vacío, que nunca trasciende más allá de las palabras. El arte para ella significa transformación, y nunca ha visto ninguna de la magnitud de su comuna, la comuna 13.
Comments